Solíamos
estar toda la semana hablando del fin de semana. No sólo usábamos los recreos
del colegio para conversar, sino que hasta las horas de clases eran invadidas
por nuestras historias, algunas que imaginábamos podían suceder y otras que
arrastrábamos exprimiéndole cada detalle. Cómo suelen hacer la mayoría de las
adolescentes enamoradizas, jurando amor eterno a quién no nos daba ni la hora,
e inventando el momento perfecto para el próximo viernes.
El boliche que estaba de moda, y
en el que fuimos a bailar ese viernes estaba en Serodino, hacía pocas semanas
que había abierto y por consiguiente debíamos conocer. El ritual de
preparativos fue el mismo de cada noche de salidas: esa tarde nos juntamos todas
en la casa de una de las chicas, tumbamos el ropero para quedar todas
conformes, nos pintamos las uñas, y algunas ya empezaban a plancharse el pelo.
Nos llevaba toda la tarde pensar qué ponernos y qué decir cuando encontremos al
chico que nos gusta.
Salimos a las dos de la mañana
con un remis. Recuerdo que en esa salida en particular mi mamá había estado
dándome un discurso de seguridad vial antes de salir de casa. Claro que nada
podía pasarme, o por lo menos eso creía, éramos invencibles: salvo al amor. Con
precaución el remisero nos llevó hasta Serodino, nos dejó en la esquina del
bar, y fuimos bajando una a una. Nos acomodamos la ropa y comenzamos a caminar.
Abrimos la puerta del bar con
toda la aureola de energía que traíamos. Miramos rápidamente donde estaba
nuestro objetivo y nos sentamos en una mesa al rincón derecho del bar. El
ambiente estaba colmado de humo, las luces tenues hacían que se note aún más,
había un conjunto de mesas y sillas de madera distribuidas por todo el salón
dejando un hueco en el centro. La barra estaba limitada por una tabla de madera
y botellas de distintas bebidas, las copas estaban colgadas. La música
comenzaba a aumentar su volumen. De a poco más gente entraba, de a grupos, de a
pares.
La hora avanzaba, y la música
cambió de ritmo, el DJ propuso que bailemos y nosotras le dimos el gusto. Esa
noche estaba mi hermano con cinco amigos mirando cada detalle que hacíamos
desde la barra. Algunas de mis amigas fueron invitadas a bailar y la noche
estaba tal como la habíamos esperado. Mientras nosotros disfrutábamos de
habernos encontrado afuera comenzaban a caer algunas gotas.
Una de mis amigas miraba la
puerta de ingreso casi desesperada. No valía la pena bailar con quien no tenía
ganas, pensaba. Era inevitable esperar. Pero, la tan ansiada visita llegó. Tan
rebelde como siempre. Jeans, camisa que resaltaba sus ojos azules, y una onda
desprolija que lo describía a la perfección. Eran cuatro amigos con él. Su
sonrisa delató el arribo.
Aquello que uno suele llamar
discreción, esa noche no valía. Estaba decidida a decirle todo lo que había
planeado. Estaba cansada de mirarlo en los recreos y soñar con que le podía
decir algo. Lo chocaba para escuchar su voz, lo seguía para ver a donde iba,
con quien hablaba, nos hacía caminar horas para cruzarlo. Todas la habíamos
“pinchado” para que ella dé el primer paso, aunque sea sacarlo a bailar, ese
que él parecía no estar dispuesto a dar.
Ese día no era el indicado y ya
no hubo otra oportunidad. Él salió al poco tiempo de haber llegado, no se lo
veía a gusto, estaba cansado. Esa fue la última vez que lo vio. Uno de sus
amigos, que estaba festejando su cumpleaños y quien los había impulsado a ir
trataba de alentarlos a que se queden, pero sólo convenció a uno, los otros
tres decidieron volver. El camino estaba húmedo por las gotas que cayeron. La
ruta es conocida como una de las más peligrosas en la zona por los baches que
hacía años tenía y nunca se terminaban de reparar. Y aunque nunca levantaron
velocidad en su regreso, encontraron un camión en el camino, frenado
absolutamente atravesando un pozo. Lo vieron muy cerca. No llegaron a frenar.
Los tres ocupantes del vehículo murieron en el acto.
Sin respuestas y pensando en el
destino o la fatalidad que debía suceder, esa noche no fue una más. La noticia
llegó al bar a los minutos del accidente. Algunos fueron hasta el lugar, pero
nada se podía hacer. Nosotras sólo atinamos a abrazar con fuerza a quién había
perdido a su amor. Entre lágrimas y desorientadas llamamos al remis para volver
a casa. Pasamos al lado de aquel auto retorcido, como si fuese una botella de
plástico. No nos acercamos, sólo seguimos la marcha, despacio, sin decir nada.
A cinco años de aquel fatal
accidente todavía la Ruta Provincial 91 conserva sus baches, aumentados en su
tamaño por el trasporte de carga y la lluvia. La última inundación contribuyó a
que se acentuaran todas las grietas. Las manifestaciones de los habitantes
sobre todo de Serodino, que es el principal camino que lleva hacia su ingreso,
fueron continuas. A veces se silenciaban, y volvían a nacer. La comuna decidió
en varias ocasiones tapar los baches con fondos propios, pero se hizo
insostenible a lo largo del tiempo. Además, el continuo uso determina que es
imposible arreglarla con algunos parches y es necesaria su reconstrucción.
La presidente comunal de
Serodino, Mónica Stumpo, lleva adelante una larga lucha representando a su
electorado ante Vialidad Provincial, exigiendo una pronta solución. Solución
que todavía pese a que hubo avances no llegó. La última licitación que abarca el asfalto entre La Ribera y Serodino, se llevó a
cabo a fines de 2011, según el boletín oficial recibe el nombre de 28/2011.
Aunque fue un avance trascendente la llegada de una licitación y hubo cuatro
oferentes los presupuestos de las
empresas excedieron los números destinados por la provincia para la
realización. La buena noticia es que la licitación no se cayó por diferencias
en el presupuesto sino que se mantiene hasta llegar a un acuerdo, por lo menos
por un tiempo.
El senador por el Departamento
Iriondo, Hugo Rassetto, quién representa a la mayoría de los habitantes que
transitan diariamente por la ruta 91 ya que recorre todo el departamento, está
siguiendo de cerca lo que sucede a nivel provincia con la licitación. Y entiende
que “Es uno de los principales problemas que presenta el departamento el estado
desastroso de la ruta”. El dato importante es que hay un acuerdo entre la oferta de U.T.E.
integrada por Edeca S.A. y Obring S.A., quienes presupuestaron 77.507.058 pesos
y es el más cercano al monto que se dispuso para la realización de la obra que
es de 56.500.000 pesos. El trato consistiría en no dejar caer la licitación;
por un lado la empresa reduciría el monto y por otro la provincia elevaría el sugerido.
La incertidumbre surge al pensar por cuánto tiempo este acuerdo seguirá vigente
teniendo en cuenta las preferencias de la inversión pública y la inflación.
Tal como lo describe el SenadorRassetto no hay manera que la comuna pueda afrontar los gatos que implica el
arreglo constante del asfalto. Los números anuales de la administración de una
pequeña localidad no alcanzan aunque esté la intención de resolverlo. La jurisdicción tiene un roll fundamental en
la determinación de las obligaciones, en esta ocasión es una ruta provincial
por lo que está nucleada dentro de Vialidad Provincial. También hay que
destacar que la provincia no está pasando un momento económico que le permita
destinar dinero a obras públicas por lo que esa obligación queda postergada por
otras más urgentes.
Sin avances de la licitación dediciembre de 2012 los directivos de la Comuna de Serodino, encabezado por
Mónica Stumpo, realizaron una intimación a Vialidad Provincial exigiéndole que “proceda
a reparar de forma integral y definitiva la Ruta Provincial 91”. Argumentando,
además, que “El estado actual de la misma tanto para habitantes de la comuna
como para terceros constituye un serio riesgo de vida, por lo que se deslinda
todo tipo de responsabilidades ante cualquier accidente que pudiera ocurrir”.
De este modo y con firma de Stumpo se notifica la urgente necesidad de acción.
Los vecinos de Serodino indignados
por el estado deplorable de la ruta decidieron crear un lugar común de
seguimiento de las actividades. A través de las redes sociales generaron un
foro de quejas y documentación que mantiene activa la crítica. De este modo
nació un grupo abierto en Facebook con el nombre de “Hartos de transitar por la ruta 91”. Las autoridades comunales conocen lo que se discute en las redes
sociales y son parte a través del Facebook que informa las noticias locales. Videos,
fotos y anécdotas son las publicaciones más frecuentes.
Una de las preguntas dentro del grupo de Facebook deja abierto el
interrogante que quizás en algún momento tenga respuesta. Demuestra la indignación de tanto tiempo de lucha sin
ninguna contestación tangible. “Pregunto: si llueve como aparenta, ¿qué va a
pasar con los "nuevos" pozos de la 91? ¿Quién se va a hacer
responsable si hay una accidente fatal?”.
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